Llegué a Jesús María en diciembre de 1,977, meses antes de cumplir ocho años. Han pasado desde entonces 37 años, viviendo
en el distrito que alberga muchos de mis recuerdos de infancia (porque el resto
le pertenecen al colegio), donde conocí a muchos de los que hasta hoy son mis
mejores amigos, donde aprendí mucho de lo que ahora sé, donde, como se suele
decir, aprendí a tener “barrio” pero barrio del bueno, barrio bonito, barrio
tranquilo, lleno de amigos y sus familias, barrio en el que dejabas la “bicla” en la calle para entrar a tomar agua o a
almorzar y al regresar la encontrabas donde la habías dejado.
Son estas calles las que me vieron aprender a
patinar, a montar bicicleta, a jugar baseball y fútbol, donde aprendí a bajar escaleras
en bicicleta y a subir y bajar en las rampas del Conjunto Habitacional Angamos,
conocido entre nosotros, los del barrio, como “La Unidad” o también en las de
la “Resi”, a la que íbamos en caravanas de casi veinte bicicletas, en busca de la
aventura de sentirnos grandes al ir solos y sin permiso a otro lugar.
Las calles en las que jugué paletas, mata gente,
kiwi y carnavales, las calles que con el pasar de los años sigo caminando y
viendo cómo las antiguas casonas de ayer se van convirtiendo, de a pocos, en
enormes edificios. A pesar de todo, mis
recuerdos siguen aquí.
Es sabido también que siempre he sido –y seré- una
crítica constante de las gestiones municipales que, a mi juicio, solo salen a
la calle en época de campaña, en busca de nuestros votos y que una vez llegan
al poder, se olvidan que fueron elegidos por personas a las que representan y
que necesitan y esperan ser escuchadas, tomadas en cuenta, que tienen inmensos
aportes que hacer.
En ese orden de ideas saben también que siempre
alcé -y alzaré- mi voz de protesta cuando vi que en el distrito las cosas andaban
mal, sin necesidad de recurrir al insulto, intentando como vecina que tributa,
ser escuchada, haciendo uso de los medios a mi alcance y disposición, en este
caso, las redes sociales. Esas a las que las autoridades les deberían prestar
un poco más de atención y usar más allá del auto bombo y la “foto para el
recuerdo” junto a una placa o a un monumento o para escribir posts tipo “bot,
cerrando sus muros o haciendo oídos sordos a la crítica y el reclamo”.
Hace dos días y de manera totalmente
circunstancial, apareció en mi TL un tuit en el que estaba, entre otros, el
alcalde Enrique Ocrospoma y en el que se hacía mención a temas de gestión
municipal. Cabe resaltar que ya antes le había escrito al alcalde y que,
curiosamente, además de él, me saltaba a la yugular un oportuno troll "huevo” cero
seguidores y tres tuits en su haber, intentando atarantarme con sus insultos,
cero argumentos y asquerosa y patética ayayería municipal.
Son sabidas mis inmensas discrepancias con la
actual gestión en temas concretos como seguridad ciudadana, ornato,
mantenimiento de áreas verdes, mantenimiento de pistas y veredas, iluminación, tenencia
de mascotas, etc., de manera que aproveché para, como siempre y con el mayor de
los respetos, expresar mi inconformidad con la gestión.
Claro está que twitter y sus 140 caracteres no es
que te den mucha opción para explayarte ni mucho menos pero curiosamente el señor alcalde decidió responder
y me mandó lo siguiente:
Vamos por
partes como diría Jack, el destripador. Primero: contrario a lo que decía y
pensaba mi viejo, no soy oposición por el simple hecho de serlo. Soy oposición
cuando veo que las cosas no se hacen bien, soy oposición con argumentos, con
pruebas, con hechos, soy oposición con educación, con altura, con respeto porque
creo que nos falta hablar más e insultar o calificar menos, nos falta dar la
cara, como autoridades cuando las cosas no marchan bien, cuando nuestros
votantes están descontentos, nos falta aceptar las críticas sin llamarlas “negatividad”,
nos falta vivir menos en negación, nos falta dejar de llamarle a todo lo que
anda mal “percepción”, nos falta comunicarnos mejor. Segundo: es hora de un trabalenguas que dice
así “La verdad que no es verdad, no es mi
verdad ni su verdad. La verdad que no es verdad es mentira”. La cosa es
simple, la verdad es una sola e indiscutible.
En este ir y
venir de tuits que pueden checar en mi TL el alcalde Ocrospoma me “invitó”
cordialmente a recorrer juntos el distrito, y obviamente eso implicaba escuchar
mis reclamos, quejas, aportes y sugerencias y, de su parte, mostrarme las
muchas obras que, según esto, se habían hecho en el distrito. Es así que quedamos en reunirnos la mañana
del jueves (hoy) en la cuadra en la que vivo desde hace 37 años.
Saben que la
puntualidad para mí es un valor y debo decir que el alcalde llegó a cinco
minutos para las 9 de la mañana. Quiero
mencionar que la única vez que vi al alcalde –y de lejos- fue cuando estaba en
campaña por la reelección del período pasado cuando tocó las puertas de cada
departamento de mi edificio, regalando “cajitas de fósforos” con su imagen. Lo escuché, más que “lo vi” cuando tocó la puerta
de mi casa y le entregó la dichosa cajita de fósforos a mi mamá.
Es así como
arrancaron mis ochenta minutos con Ocrospoma. Empezamos a caminar rumbo al
Campo de Marte y en el camino iban saliendo las preguntas, se iban dando las
explicaciones, no todas satisfactorias, no todas contundentes pero
explicaciones al fin. Recordé que en los
años ochenta, este inmenso parque se parecía más a un terral abandonado que a
un pulmón verde de la ciudad….hasta los cubanos en sus carpas vivían ahí…hasta
los leones de los circos estaban amarrados ahí…aunque ustedes no lo crean.
Fue la
alcaldesa Francisca “Paquita” Izquierdo quien lo recuperó y eso es algo que
nunca olvidaré y fue su gestión la que erradicó a los ambulantes de los
alrededores del mercado pero esa es harina de otro costal. Si eres jesúsmariano o viviste aquí sabes de
lo que hablo, sabes como era y sabes como es hoy. Ojo, con eso no estoy
diciendo que es un parque perfecto y que está tal y cual a mi me encantaría que
esté. De hecho le falta y mucho, sobre todo en temas de mantenimiento y
limpieza. Como abogada del diablo diré que tiene más iluminación y hay que
considerar que los recursos disponibles no son ingentes y hay también otras
necesidades.
El recorrido
continuó y con sorpresa pero también con algo de pena, debo reconocer que tomé
conocimiento de las muchas acciones, obras y trabajo que se hace, por ejemplo,
con personas con capacidades diferentes, con niños de escasos recursos, en promoción
de actividades culturales como el teatro pero de las que casi nadie o muy
pocos, seguramente conocen.
Tuve la oportunidad de ingresar al centro cultural
recientemente inaugurado, en convenio con el gobierno chino pero también me
enteré que ahora, el Ministerio de Cultura quiere “hacerlo suyo”, una bonita
manera de decir “apropiarse”, desconociendo no solo el acuerdo entre las partes
sino el tiempo, esfuerzo, personal y recursos invertidos por la municipalidad. Es
decir, antes no había nada más que un terral pero ahora que hay unas
instalaciones envidiables, ahora sí, les tiramos “lente” y lo queremos. A ver pues si nuestro electo pero no en
funciones nuevo alcalde, Carlos Bringas, defiende los convenios y los derechos de
los vecinos.
¿Por qué no
conocemos de estas acciones? Supongo que porque, para variar, la comunicación
apesta. Supongo que para las autoridades hay muchas otras cosas a las que
considerar más importantes y dignas de relevar y difundir. Supongo que mucho
del tiempo se pasa en levantar acusaciones, explicar denuncias, etc. Todo el tiempo apagando incendios, tratando
de resolver lo urgente mientras lo importante va quedando atrás.
Por alguna
razón que nunca me he podido explicar, la frase de mi querido primer jefe, el
General Luis Arias Graziani, siempre sale a relucir: “hay diferencia entre el fondo y la
forma”. Seguramente las intenciones son muy buenas pero si las cosas se
hacen saltando pasos y etapas, sin escuchar a los actores, a los probables
afectados o beneficiados, sin buscar consensos el resultado es siempre el mismo:
conflictos, denuncias, plantones, reclamos, insultos. Me imagino que eso deben haber sentido los
vecinos de la resi, los vecinos de los parques a los que les talaron árboles
para cambiarlos por cemento, los vecinos del Campo de Marte cuando nos
chantaron Mistura…y así.
Quiero a este
distrito porque es parte de mi vida, porque creo que es así como deberíamos querer
todos al lugar donde crecimos, al lugar donde vivimos. Quiero a este distrito y
lo respeto y por eso, saco la basura a la hora indicada, no saco a mi perro
para que deje todo sucio y si ensucia lo recojo y lo coloco en un tacho, no
tiro basura o papeles en la calle o por las ventanas, no escupo, no pinto las
paredes de casas ajenas, pago mis arbitrios puntualmente me revienta cuando la
gente saca a su perro y no recoge la “caca” y me dan ganas de seguirlos y dejárselas
en su puerta, me choca cuando se cuadran en lugares prohibidos, de emergencia o
sobre la línea amarilla que significa PROHIBIDO ESTACIONAR y te miran con cara
de ¿ahhh? cuando les reclamas.
Me revienta
cuando destruyen los jardines, cuando no dejan trabajar ni al basurero ni al
camión que pasa para regar, aturdiéndolos a bocinazo limpio, cuando taxistas o
peatones orinan en la calle o en los árboles y hacen de la vía pública una
urinario al aire libre pero también me mata cuando las áreas verdes se van muriendo
lentamente por falta de mantenimiento, por falta de agua, cuando talan los
árboles sin criterio eliminando las ramas que, en el futuro, darán sombra y
aire, cuando las calles están sucias, cuando te arranchan el celular o la
cartera y no hay un sereno o cuando los llamas en la madrugada y nunca llegan. Me duelen e indignan ambas indiferencias, la
de la autoridad y la del vecino. Me duele la falta de cultura, de educación. Sin
educación no somos nada.
A mis amigos,
a mis vecinos, no he dejado de ser oposición ni me he convertido en una “Ocrospomaliever”
de la noche a la mañana. Sigo teniendo
claras las muchas cosas que no se hicieron, las que faltan, las que no se
debieron hacer, las que se hicieron mal pero ahora conozco aquellas de las que
nadie nos habló, ahora conozco la versión de parte en la voz de su principal actor.
Ochenta minutos con Ocrospoma no van a
cambiar el destino ni la realidad del distrito pero si me sirvieron para
hacerme escuchar, para dar la cara como vecina más allá de una cuenta de
twitter tras un teclado, más allá del insulto.
Me gustaría
que más de ustedes ejerzan su derecho a ser escuchados, que levanten su voz,
hablando alto pero con respeto, hablando alto y con argumentos y acerca de
hechos concretos y tangibles, exigiendo aquello que sabemos y consideramos que
las autoridades deben y tienen que hacer porque para eso fueron elegidas,
porque no es un favor, porque es su deber, porque fueron elegidas para servir.
Finalmente
reitero aquí, el pedido final que le hice al alcalde Ocrospoma, “así como yo,
hay muchísimos más vecinos que seguramente esperaron, en estos ocho años, la
posibilidad de hablar con usted, no en una oficina, los miércoles de 8:00 a.m.
a 9:00 a.m., sino de verlo cara a cara para recorrer su barrio, su cuadra y
expresar de manera personal y directa, sus reclamos, sus quejas, sus frustraciones
pero también sus aportes y sus sugerencias.
Seguramente ellos valorarían el gesto y no olvidarían que, por unos
minutos, su voz fue escuchada. Lamento no haber tenido oportunidad de que esto
sucediera antes, cuando aun había tiempo de corregir, de subsanar, de mejorar,
cuando se podían convertir las debilidades en fortalezas y las amenazas en
oportunidades, aceptando sin miedo, los errores.
Dar la cara no
es tan malo, no hace daño, dar la cara dice más de lo que uno cree y aceptar
que no se es perfecto, que se cometen errores y tener el valor de escucharlo de
boca de los que critican, denuncian y se quejan nos permite salir de nuestro
pequeño entorno y ver más allá de lo evidente.