Hoy que se celebran nuestras Fiestas Patrias me voy a tomar la libertad de hacer uso de este blog, un poco mas orientado a la publicidad, el marketing, la comunicación y todos los conceptos asociados para validar la frase "hablemos de todo un poco" y reditar un post del domingo 04 de marzo de 2007, extraido de mi blog http://lapaginadelosroca.blogspot.com/ gracias al cual pude poner, en blanco y negro, mi pasión por el estudio de la genealogía y en especial de aquella que corresponde a mi familia, a mis ancestros, a mi origen.
Un día como hoy, 29 de julio de 1914, hace exactamente 98 años falleció mi tío tatara abuelo, Mons. José Antonio Roca y Boloña. Este post que relata su biografía, sus acciones, sus logros, sus tropiezos, su amor por el Perú, su desprendimiento por lo material y las acciones notables que desarrolló a través de su participación en la historia del Perú.
Han pasado cinco años desde su publicación, producto de muchas horas de lectura y a la minuciosidad de mi papá, de mi tía Carolina quienes a pesar de ya no estar conmigo, se dieron el trabajo de guardar durante años todos los recortes, publicaciones y demás documentos existentes, guardando también en sus memorias lo relatado por sus padres y abuelos.
De la misma manera, gracias a haber compartido esas misma pasíón con mi querido tío Bernardo Roca Rey (Q.E.P.D.) a quien siempre le estaré agradecida por todo lo mucho que me enseñó y compartió. Gracias a el pude completar toda la historia desde nuestro origen inicial en Cataluya (ESP) hasta nuestra llegada a América del Sur, pasando por Argentina, Ecuador, Colombia y Perú.
La publico con el orgullo que me produce saberme parte de una familia que, desde su llegada al Perú, no hizo más que honrar su apellido, su origen y su compromiso con sus ideales.
MONS.
JOSÉ ANTONIO ROCA Y BOLOÑA
Nació en Lima el 12 de noviembre de 1834. Sus padres, Bernardo Roca Garzón y
Teresa Boloña y Roca, habían residido, antes de trasladarse a Lima, en
Guayaquil, donde aquél había desempeñado el cargo de Cónsul General de los
Estados Pontificios. Miembro de una familia piadosa y acaudalada, José Antonio
Roca y Boloña ingresó en 1847 en el Colegio de Guadalupe, donde destacó en los
estudios, con una marcada preferencia por los cursos de Letras, y
particularmente por la Filosofía.
Terminados sus estudios, comenzó a trabajar como colaborador de su padre en la
casa mercantil que éste llevaba, pero pronto, sintiéndose llamado a la vocación
sacerdotal, ingresó en el Seminario de Santo Toribio. Este era por entonces un
centro de efervescencia intelectual: allí estudiaban no sólo los postulantes a
las órdenes sagradas, sino también los hijos de las familias notables de la
época. Estudiaron allí personajes como Nicolás de Piérola, Manuel González Prada
y Manuel Tovar, amigo de Roca y Boloña y futuro arzobispo de Lima. Ordenado
presbítero el 9 de abril de 1859, y ya con el título de maestro, permaneció en
el Seminario como regente de estudios y profesor de Elementos de Religión,
Francés, Lugares Teológicos, Teología Dogmática y Derecho Eclesiástico, materia
esta última en la que llegó a tener el Doctorado.
Fue promotor de la prensa católica, colaborando en publicaciones como «El
Católico» (1855-1860) —fundado por Bartolomé Herrera— y «La Sociedad»
(1870-1880), de Don Pedro Calderón. Junto con Manuel Tovar, fundó «El Progreso
Católico», en 1860, y «El Bien Público». Esta publicación, aparecida por primera
en 1865, dejó de editarse en 1866 debido a un incidente con la autoridad
política.
Bajo influencias liberales, se promulgó un Reglamento de Policía que
prohibía, en uno de sus artículos, que se sacara el Santo Viático por las calles
la ciudad, ocasión en que el pueblo fiel, con una vivencia intensa de la piedad
eucarística, acompañaba con palio, campanillas y acompañamiento de música al
sacerdote que llevaba la comunión a un enfermo El arzobispo Goyeneche hizo oír
su protesta ante esta medida por intermedio de Mons. Tordoya, Deán del Cabildo,
y el Presidente y Dictador General Mariano Ignacio Prado suprimió el artículo.
Sin embargo, la protesta de los redactores de «El Bien Público» continuó y se
hizo extensiva también a otros artículos que iban contra la Iglesia.
La respuesta gubernamental fue esta vez el aprisionamiento de Roca y Boloña,
Tovar y otros tres párrocos diocesanos que también elevaron su voz de protesta.
Embarcados en una nave de guerra en el puerto de El Callao, iban a ser enviados
al destierro, cuando el arzobispo Goyeneche intercedió por ellos ante Prado,
logrando que se les devolviera la libertad. Pero esto significó el cierre
definitivo del periódico católico, cuyo último número lleva fecha del 17 de
junio de 1866. Sin embargo, conociendo por estos sucesos la firmeza de Roca y
Boloña en la defensa de la fe, el por entonces Presidente del Ecuador, Gabriel
García Moreno, lo propuso para el obispado de Guayaquil, ofrecimiento que él
declinó.
Monseñor José Antonio Roca y Boloña, amigo y confesor del gran Almirante Grau, Prelado Doméstico de Su Santidad (eclesiástico de la familia del Papa), Canónigo, Dignidad de Maestro Escuela del Venerable Cabildo Metropolitano, Protonotario Apostólico, Doctor y Catedrático de Derecho Eclesiástico en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Regente de Estudios en el Seminario Conciliar de Santo Toribio, Miembro honorario del ilustre Colegio de Abogados de Lima, Miembro Correspondientes de la Real Academia Española de la Lengua, Miembro del Ateneo de Lima, Cofundador y Presidente de la Cruz Roja Peruana, Representante al Congreso, periodista, notable orador y eminente patriota.
Realizó junto con su amigo, el diácono Manuel Tovar, un viaje a Roma, donde se
entrevistó personalmente con el Papa Pío IX, quien lo nombró prelado doméstico
suyo. De regreso al Perú, siguió desempeñando su ministerio sacerdotal. En 1870
le fue confiada la Provisoría de la curia eclesiástica. Durante el gobierno de
Manuel Pardo fue designado miembro de la comisión encargada de elaborar el
Reglamento General de Instrucción. En el desempeño de este cargo, logró evitar
que los bienes del Seminario pasaran a la Caja de la Universidad. Discrepancias
con el gobierno y con otros miembros de la comisión lo llevaron finalmente a
retirarse de ella.
La Guerra del Pacífico (1879-1883), entre Perú y Chile, fue una de las
circunstancias históricas que más le permitieron hacer brillar su abnegado valor
y su inquietud por la justicia y el amor cristiano. Preocupado por la suerte de
los heridos en batalla, organizó las ambulancias de la Cruz Roja; al frente de
este servicio, no vaciló en protestar ante el Comité Internacional de la Cruz
Roja en Suiza por el atropello cometido por los soldados chilenos al atacar los
hospitales de sangre en la batalla de San Francisco (noviembre de 1879),
contraviniendo así el derecho de guerra.
Debido a su enérgica denuncia de ésta y
de otras injusticias que pisoteaban el respeto debido al vencido, cuando el
ejército chileno ocupó Lima (enero de 1881), Mons. Roca y Boloña optó por
refugiarse en la serranía para evitar las represalias en su contra. Con la firma
del Tratado de Paz de Ancón (20 de octubre de 1883) y el retiro de las tropas
chilenas de la capital peruana (enero de 1884) pudo regresar a Lima. Convocado
al Congreso Constituyente para aprobar la paz, fue elegido diputado por la
capital; partidario de la paz, aun a costa de un doloroso sacrificio, hizo que
los ánimos se resignaran a la cesión de territorio peruano que eligió el
vencedor.
En 1886 le fue conferido el cargo de presidente de la comisión encargada de
preparar las celebraciones del tercer centenario del nacimiento de Santa Rosa de
Lima. El 30 de abril de 1886 pronunció un sermón panegírico de la santa limeña,
donde, además de presentar unas hermosas y profundas reflexiones sobre el
misterio de la Encarnación, alienta a los peruanos a sobreponerse a la
adversidad de un país material y moralmente deprimido por la guerra, buscando
apoyo en la fe y confiando en la intercesión de quien fuera la primera flor de
santidad de América.
En 1892 se fundó en Lima el Colegio de Santo Tomás de Aquino, siendo su primer
rector Roca y Boloña. Este, durante el acto de inauguración, pronunció un
monumental discurso apologético del Doctor Angélico. Al año siguiente obtuvo la
canongía teologal de Lima, y en 1898 el presidente Nicolás de Piérola lo
promovió al cargo de dignatario del Cabildo de Lima. Ese mismo año, el 8 de
diciembre, pronunció su último sermón, en la ceremonia de imposición del palio
arzobispal a su antiguo amigo, Mons. Manuel Tovar. Retirado de toda actividad
pública, consumido por la vejez y completamente ciego desde 1906, murió el 29 de
julio de 1914.
Mons. Roca y Boloña es recordado como un orador de gran categoría. Son
memorables su Discurso sobre la palabra, leído en la sesión inaugural de la
Academia correspondiente de la Real Academia Española en el Perú, de la cual fue
miembro; sus diversas Oraciones fúnebres, especialmente las pronunciadas durante
la misa de exequias de José Gálvez —personaje ilustre muerto en el Combate del 2
de Mayo (1866)—, los que fueran Presidentes de la República José Balta y Manuel
Pardo.
A la muerte de Don Miguel Grau Seminario –de quien fuera amigo personal y
confesor- en ceremonia realizada el 29 de Octubre de 1879 en la Catedral de Lima
y luego de la Misa de Honras pronunció su “Oración Fúnebre” a la memoria del
Comandante del Huascar siendo el primero en nuestra patria que hizo El Elogio
del Almirante Grau. Se dice que sus palabras conmovieron profundamente a los
asistentes.
Esta es la imagen de la Purísima que Miguel Grau Seminario obsequió a Mons. Roca y Boloña, su amigo y confesor, cuando acudió a pedir su bendición en vísperas de su último viaje. Tuve la suerte de verla gracias a mi tió Bernardo. En la parte posterior Mons. Roca y Boloña escribió: "Miguel, que esta santita nuestrate acompañe y sino te regresa con vida, que te traiga lleno de gloria.
Sus sermones en el 42° y el 50° aniversario de la Independencia del
Perú, en el primero de los cuales desarrolla el concepto cristiano de libertad,
examinando en el segundo los principios que confluyen al engrandecimiento de una
nación: unidad, orden y sacrificio. Son también numerosos sus panegíricos en
honor al Sagrado Corazón de Jesús, a la Virgen María y a los santos, en
particular a aquellos que florecieron en suelo peruano: Santa Rosa de Lima, San
Francisco Solano y Santo Toribio de Mogrovejo. Las más importantes de sus piezas
oratorias, junto con varios de sus escritos, aparecen recopiladas en un
voluminoso libro que lleva el título de Verba Sacerdotis.
Sería interesante realizar una investigación para reunir las
piezas oratorias que han quedado excluidas de esta recopilación —y que en su
época circularon impresas en folletos— y la gran mayoría de sus artículos
periodísticos dispersos en varias publicaciones, con el fin de recuperar un
testimonio importante del pensamiento católico en el Perú del siglo XIX. Más aún
cuando Roca y Boloña parece haber sido una persona de privilegiada capacidad
intelectual, según el testimonio que nos ha dejado un amigo y admirador suyo,
Gonzalo Herrera, en un artículo necrológico: «La conversación de Mons. Roca era
interesantísima. Su erudición literaria, su ciencia teológica; su ilustración
general, su memoria privilegiada, su sencillez y su virtud cautivaban
fácilmente». Y sobre las dotes oratorias del predicador limeño, que constituían
medio adecuado para hacer llegar al corazón de los oyentes una doctrina profunda
y elevada, dice el mismo G. Herrera: «La declamación de Mons. Roca era también,
como la de Bossuet, bastante original. No era, si se quiere, todo lo artística
que pudiera haber sido; pero era particular. Cierta nerviosidad tan natural en
él; cierto entusiasmo como repentino que se apoderaba de él; cierto agitamiento
fonético que empleaba en las partes solemnes del discurso; cierta majestad en su
aspecto y un tino especial para dar a cada palabra la entonación
correspondiente; unción sobre todo y grave recogimiento sacerdotal que,
precedidos de la buena reputación de Mons., hacían ratificar la máxima retórica:
"el orador es el hombre de bien dotado del don de la palabra".
Se puede encontrar en los sermones de Mons. Roca y Boloña algunas aproximaciones
teológicas interesantes que, si bien no son totalmente originales, si hablan de
una asimilación profunda, reflexiva y meditada de los misterios de la fe.
Recordemos que Roca y Boloña fue formador de seminaristas y profesor de
teología. Lo interesante de sus sermones en este aspecto no es tanto el aspecto
sistemático, sino más bien la presentación de una doctrina en forma pastoral y
apuntando a la vivencia y puesta en práctica de la Palabra. Es por eso que más
que de exposiciones de teología, podemos hablar de piezas de espiritualidad, de
una teología predicada para ser vivida.
Finalmente cierro este post diciendo: "aquel que no conoce cual es su origen, aquel que no sabe de donde viene, jamas tendrá claro hacia donde
va".