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jueves, 22 de marzo de 2012

Cartas que cambian tu Vida

A propósito de los temas de donación de órganos de los que cada cierto tiempo se habla, recordé una anécdota que me tocó vivir hace ya algunos años.  En el mes de febrero año 2002, ingresé a trabajar a la Cruz Roja Peruana, invitada por el entonces tesorero Ángel Torres Paz,  quien había trabajado conmigo en el Jockey Club del Perú.  Una de las primeras responsabilidades que me tocó asumir fue la organización de la Colecta Pública Nacional que se realizaría en julio. Para mí, algo completamente nuevo y para lo que solo tenía poco más de un mes.

Mientras me encontraba organizando la colecta la Lic. Rommy Ríos, en esa época compañera de trabajo y hoy gran amiga, acudió a mi oficina para hablarme de un caso social en particular que había llegado a sus manos, el de la Señora Ana Pilar Justo.  Tengamos claro que, a la Cruz Roja Peruana, llegaban decenas de pedidos, por desconocimiento hay que decirlo, de personas de muy bajos recursos económicos que iban desde donación de sangre, pasajes, tratamiento médico, medicinas hasta donación de órganos.  Estos casos eran recibidos por la Dirección Nacional de Salud, cuya Coordinadora Nacional era la Lic. Ríos y dependiendo de su magnitud se derivaban al MINSA, Essalud o se buscaba apoyo de la empresa privada para ver en que medida se les podía ayudar.

Llega entonces el caso de una madre de familia en situación de pobreza que no estaba asegurada en Essalud o contaba con SIS y que no podía acceder a un tratamiento médico que le permitiera enfrentar el diagnóstico de cirrosis hepática de segundo grado que desde hacía cinco años padecía y que, sin tratamiento y un trasplante, la condenaría irremediablemente a la muerte.  Esta señora era madre soltera, con dos menores de 11 y 13 años respectivamente.  Ella era el único sustento familiar.

Cuando Rommy se acercó a mi oficina y me contó el caso, claramente se me estrujó el corazón pero me sorprendió que ella recurriera a mí, si, como coordinadora nacional de salud, era responsable de ver este tipo de casos sociales. Distinto hubiera sido si, por ejemplo, se necesitaban pasajes, medicinas u otro tipo de necesidades que yo hubiera podido gestionar a través de empresas del sector privado con las que tenía relación.

No solo me sorprendió que lo hiciera sino que además, yo tenía poco menos de dos meses en el cargo de manera que no había podido, todavía, generar las acostumbradas redes de trabajo que se generan en los puestos que uno ocupa. No sé que pasó pero acepté que me dejara el documento para estudiarlo y ver que podíamos hacer.  Durante la noche en casa lo leí varias veces y me puse a pensar que se podría hacer en un caso de ese tipo en el que yo no tenía ninguna experiencia.

Al día siguiente al llegar a trabajar recordé que, dentro de las coordinaciones que estaba realizando para organizar la colecta, había logrado establecer contacto con la secretaria del Comité de Damas del MINSA que estaba presidido por la esposa del Ministro de Salud que en esa época era Fernando Carbone Campoverde. Valiéndome de la relación que se había establecido le pedí a la secretaria que, por favor, me facilitara el correo electrónico del Ministro Carbone; ella, gentilmente me lo dio.

Me di la vuelta hacia mi computadora y dije, ¿qué es lo peor que me puede decir el ministro? “que no”, entonces, no tengo nada que perder y sí mucho que ganar, así que con fe empecé a escribir el correo con el cual esperaba conseguir ayuda para este caso social.  Me encargué de que lo que escribiera tocara el corazón del receptor y de documentarlo muy bien de manera que no existiera forma de que me hicieran muchas más preguntas al respecto o pusieran trabas de tipo alguno.  Le di send y decidí esperar los días que un tema de este tipo necesita pasaran para intentar establecer un nuevo contacto.

Mientras tanto yo, metida de cabeza en la organización de la colecta, que estaba ya a muy pocos días. El equipo estaba conformado solo por mi secretaria y yo de manera que había que multiplicarse y aprovechar todo el tiempo posible.  Creo que yo hasta me había olvidado del tema por completo hasta que recibí una llamada desde la recepción a través del anexo interno en la que me pedían que por favor me acercara a recoger correspondencia que había llegado para mí.

Me presenté en recepción a recoger mi correspondencia y en el camino de regreso a mi oficina vi un sobre de tipo manila con el membrete del Ministerio de Salud así que corrí hasta mi oficina para abrirlo de inmediato.  Llegué a mi escritorio, dejé el resto de documentos y abrí el sobre. Dentro tenía varias hojas de papel, esas de grueso gramaje que usan los ministerios.  Al leerla vi que era una carta del propio Ministro Carbone dirigida a mí en la que decía que, luego de haber recibido la carta enviada con el caso de la señora Pilar Justo, el MINSA asumiría todos los costos del tratamiento y trasplante al que debía ser sometida la señora Pilar en virtud del Convenio Específico de Cooperación Interinstitucional entre Essalud y el MINSA por tratarse de un caso excepcional ya que la patología que presentaba la paciente no era cubierta por el plan de beneficios que ofrecía el SIS, que tampoco tenía.

La carta tenía engrapada un segundo documento.  Al voltear la página vi que era otra carta del Ministro Carbone dirigida a la entonces Ministra del PROMUDEH, Cecilia Blondet para que, mientras la señora justo era internada, operada y se recuperaba, sus hijos fueran recibidos en uno de los establecimientos del PROMUDEH mientras duraba el tratamiento y convalecencia de su madre.

Como no estaba segura de haber leído bien, volví a leer las dos cartas, las manos me temblaban y empecé a transpirar de los nervios. Salí corriendo de mi oficina rumbo a la del Presidente de la Cruz Roja, mi jefe directo, Edgardo Calderón, para enseñarle las cartas y contarle. Nunca había estado más feliz de algo que yo había hecho, confieso que no podía creerlo por más que lo leía una y otra vez.  Cuando Edgardo terminó de leerla prácticamente se la quité de las manos y bajé corriendo a la oficina de Rommy para que la viera. Al leerla se emocionó muchísimo (ahora que lo pienso, creo que ese fue el principio de nuestra amistad) y de inmediato nos comunicamos con la señora Pilar para darle la noticia. Quien más feliz que ella y sus hijos.

Obvio que la carta original la tengo yo en mis manos (y la pueden ver aquí). Lo que hice, para que pudieran realizar los trámites respectivos ante el MINSA y el PROMUDEH, fue sacar las copias que fueran necesarias pero esa carta era y es para mí el más importante de los reconocimientos que he recibido en toda mi vida. Hasta hoy me emociono recordándolo porque me satisface profundamente haber podido ayudar a salvarle la vida a otro ser humano.  El reforzamiento de valores como la humanidad y la solidaridad me los dio la Cruz Roja Peruana a quien siempre le estaré agradecida por la oportunidad que me dio de ser parte de la gran familia cruzrojista, familia de la que siempre me sentiré parte.  Si con nuestras acciones nos ganamos el cielo, creo que al menos un pedacito he ganado ¿no?

1 comentario:

  1. Muy linda historia Roca, seguro no hay mejor satisfacción que la que narras...

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