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martes, 27 de marzo de 2012

Por las patas de los Caballos


Mi post de la semana pasada “cartas que cambian la vida” me puso a recordar las muchas cosas que uno ha hecho o vivido en el transcurso de su vida y que por alguna razón o hecho, son detonadas en nuestra memoria y traídas al presente.

El 3 de mayo del año 1995 recibí la llamada de un compañero de promoción –Yuri Suarez- por encargo de uno de los directores del Jockey Club del Perú, el Ingeniero Arturo Belaunde Guzmán para presentarme ese día y empezar a trabajar.  Yo sabía que me iban a llamar porque con anterioridad el Ing. Belaunde había hablado conmigo y me había pedido que trabajara con él y “armara” el departamento que luego se llamaría  promoción, publicidad y eventos.

Me presenté al día siguiente y fui directamente a la oficina donde estaba mi amigo y colega Yuri Suarez que trabajaba, desde hacía algún tiempo atrás, en ese incipiente departamento que principalmente se dedicaba a preparar los informes semanales de juego en Lima y provincias para presentarlos al directorio.  Yuri estaba a unos días de irse a México así que prácticamente no trabajaría con él.  No pasó mucho tiempo hasta que entró la llamada de la secretaria del Ing. Belaunde para que me presentara en su oficina.  Amablemente Yuri me indicó donde estaba la oficina así que hacia allá me dirigí.  En la puerta había dos personas a las que no conocía pero que aparentemente esperaban ser atendidas.

Saludé educadamente y me senté en uno de los sofás de espera.  Ellos respondieron al saludo y me preguntaron si yo era Sandra,  respondí que sí.  Eran Carlos Sarmiento y Oscar Hernández que trabajaban desde hacía poco más de un mes en el Departamento de Prensa y que habían sido convocados por el Ing. Belaunde para coordinar la organización del Derby Nacional. La última vez que había ido al hipódromo era cuando vino el Papa Juan Pablo II y antes de eso, cuando no tenía ni 10 años de manera que mi conocimiento sobre hípica y caballos y menor a cero.

Ingresamos a la oficina, nos sentamos y de inmediato entramos en materia.  El Ing. Belaunde me presentó a Carlos y a Oscar con quienes formaríamos un equipo de trabajo, ellos en Prensa y yo en Publicidad, para organizar el Derby Nacional que se correría el domingo 2 de julio.  Debo decir lo siguiente 1) nunca había organizado un evento en mi vida y por ende tampoco uno de gran envergadura 2) no tenía ningún tipo de conocimiento sobre hípica, hándicap, carreras, fechas, clásicos grupo I, potrillos, potrancas, terminología ni nada respecto al mundo de la hípica. Yo lo sabía, ellos lo sabían pero se comprometieron, Carlos y Oscar a darme un curso intensivo que me permitiera aprender todo lo necesario y por supuesto, lo más importante, a darme todo su apoyo.

Ya instalada en mi nueva oficina me senté a “cranear” y lo primero que pensé fue: ¿Qué hago yo aquí? ¿Qué se yo de caballos? Y claro, la inseguridad y el susto me tenían dominada y no me dejaban ver con claridad.  El lunes con más calma llegue con un primer borrador con algunas ideas de lo que podríamos hacer.  Estaba segura que podíamos convocar a más de 40,000 asistentes, obtener auspicios y canjes para que los costos para el Jockey fueran mínimos, invitar a figuras del deporte y la política a nivel nacional, organizar distintas “zonas” en cada una de las tribunas dependiendo del público objetivo de cada una de ellas, sortear un auto, pasajes aéreos y una serie de otras cosas que, aunque pequeñas, demandarían mucho esfuerzo.  La idea era que ese día se presentara un espectáculo eminentemente familiar del cual todos pudieran disfrutar.

Es importante decir también que, desde su inauguración en el año 1960, el Hipódromo de Monterrico no había podido convocar a grandes cantidades de gente a sus instalaciones para las carreras más importantes del calendario nacional, el juego había bajado muchísimo, producto de la competencia de los casinos y otros que le habían quitado protagonismo al espectáculo hípico.  Otro factor que jugaba en mi contra era que, con 25 años recién cumplidos, era la menor de todo el personal administrativo de jefaturas y gerencias que no bajaban de 50  años de manera que mi credibilidad y experiencia no eran precisamente mi fuerte.

Lo que si era y es mi fuerte es mi fe en mí y en las cosas en las que creo y me comprometo a hacer de manera que, a pedido de la Gerencia General, debía presente mi “ambicioso plan” al directorio en pleno ese mismo día a las 4 de la tarde.  Entré en trompo, empecé a temblar y a sudar frío, siempre tuve pánico escénico y me era muy difícil hablar en público.  El directorio entre otros, estaba conformado por un montón de señores a los que, fuera del Ing. Belaunde, yo no conocía: Enrique Elías La Rosa, Eduardo Villarán Aizcorbe, Francisco Vainstein Borrani, Raúl Saba De Rivero, Fernando Magot Bielich y obvio, mi Gerente General, el General Luis Arias Graziani y otros más a quienes yo jamás había visto.

Por alguna razón, ese día el reloj corrió rapidísimo. Yo solo temblaba, no podía pensar y no tenía ni idea de lo que iba a decir.  Me tocó esperar en la antesala del directorio hasta que me avisaran.  Curiosamente ahí el tiempo se detuvo, los minutos no avanzaban nunca y la espera se hizo eterna. De repente el General Arias salió y me dijo: “hija, te toca”…yo no podía ni pararme del susto pero él me tomó del brazo y dijo: “es un buen plan, tiene lógica y sé que lo vas a lograr, yo creo en ti”.  Llena de ese energía positiva entré y lo único que recordé fue la enseñanza de mis profesores Gian Franco Brero y Tila Cobian “no mires a los ojos, busca un punto y a partir de eso ubícate en el espacio que ocupas” De hecho así hubiera querido verlos creo que no habría podido, todo se veía borroso y hasta las lunas de los anteojos se me empañaron. 

Para ser honesta no recuerdo mucho que fue lo que dije o como lo dije, me sentí como en el comercial de USIL en el que el asistente se queda solo y tiene que terminar la presentación al directorio.  Pensé que me iba a desmayar. Lo que recuerdo es que las caras pasaron de ser muy serias a esbozar algunas sonrisas e incluso a ensayar algunas preguntas que, una a una, respondí.  Creo que quedaron satisfechos porque todos me dieron la mano e incluso, el voto de confianza.

Luego de la presentación se acordó formar una comisión (algo muy usual en organizaciones como el JCP y otras de ese tipo) para dar seguimiento y apoyo a la organización del evento y que por supuesto, estaría encabezada por el Ing. Belaunde como Presidente de la Comisión de Eventos Especiales. La comisión se reuniría una vez por semana para informar sobre los avances de la organización del evento.

Debo decir que todo lo planteado y aún mas, se cumplió, prácticamente todo se obtuvo en canje o por auspicios.  El programa era de lo más ambicioso y significaría algo que no había sido visto en un espectáculo hípico en nuestro medio.  Sé que él lo sabe pero siempre le estaré agradecida a mi gran amigo Carlos por haberme enseñado casi todo lo que se de hípica, por haber soportado la presión, los dimes y diretes producto del estrés e incluso una que otra discusión pero sin su apoyo, nada de lo que se hizo hubiera sido posible.

Lo siguiente era el reto máximo, confirmar si todo lo que habíamos planificado daría como resultado que más de 40,00 personas acudieran ese domingo 2 de julio al Hipódromo de Monterrico.  Lo hicimos todo, publicidad masiva en radio, televisión, diarios y revistas, banderolas, perifoneo, publicidad en marquesinas, volanteo, aparición en programas deportivos y todo aquello que lograra captar la atención del público.

Como no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, el domingo 2 de julio llegó y con él, todos mis temores ¿Y si no viene gente? ¿Y si no se llena? Sabía que si no resultaba el día lunes sería una desempleada.  Ese día habíamos llegado muy temprano al hipódromo para, como de costumbre, supervisar personalmente todos los detalles del evento y que el programa se cumpliera al  pié de la letra.  El ingreso de proveedores, la instalación de los juegos infantiles y los ponis, el ingreso de las bandas que darían inicio al espectáculo, el cuadro blanco de la PNP, la banda de música de la FAP, Antonio Cartagena, la Orquesta Camagüey, Jean Pierre Magnet y la Gran banda, la Chola Chabuca, miguelito Barraza y el gordo Casaretto, el merchandising que se regalaría, las degustaciones, etc, etc.  Había muchísimo por coordinar y contábamos con que nada fallara.

Las carreras empezaban a las dos de la tarde y aproximadamente al medio día, decidí irme al Centro de Esparcimiento para bañarme y cambiarme de manera que pudiera ingresar al cuarto piso de la Tribuna de Socios y al Palco Oficial, donde no se ingresa de no estar vestido de manera formal.  Nos encontramos en la puerta del ascensor del segundo piso de socios para llegar juntos.  Mi mayor temor era acercarme al balcón de la tribuna y ver el hipódromo vacío o no lo suficientemente lleno como esperábamos.

En el camino pasaban por mi cabeza las miles de explicaciones que trataría de ensayar si todo lo planificado no rendía sus frutos. No solo sería un fracaso para mí sino que se convertiría en mi debut y despedida en la organización de eventos.  Conforme me acercaba al balcón me asaltaban todos los temores del mundo.  Al llegar me quedé sin aliento y sin palabras. Aún no eran la una de la tarde y las tribunas de socios 2 y 3 estaban repletas y de la misma manera las tribunas de primera, segunda y pelousse.  Las colas de gente en los ingresos eran interminables. Habían tenido que cerrar la tribuna de primera y pedirle a la gente que se dirigiera a pelousse de manera que, desde el lugar donde yo estaba se veía una hilera de cientos de personas que, como hormigas, pasaban por el túnel y llegaban frente a donde yo estaba ubicada.  Para las dos de la tarde el hipódromo estaba repleto, o, como diría luego Don Eduardo “torreja”. Todo marchaba sobre ruedas en términos de organización, el espectáculo hípico fue impecable y todo resultó tal y como había sido planeado.  ¡¡¡Un verdadero éxito!!!

“Fue un Derby para la historia”
Diario el Comercio

“Mar de gentes pobló Monterrico”
Diario El Mundo
 
“Monterrico se llenó por sus cuatro costados”
Diario Expreso

“Fue un Derby Nacional para la historia”
Diario La República

“Monterrico reverdeció sus grandes tardes con lleno total”
Diario Ovación

“Fue una fiesta hípica inolvidable”
Diario Gestión

El 2 de julio de 1,995 será recordado, sin duda, como una de las fechas más significativas de la hípica peruana. No solo fue la tarde de la disputa del Derby Nacional sino que se trató del día en que Monterrico contó con la máxima afluencia de aficionados en toda su historia, los cuales colmaron las instalaciones del hipódromo. Se trató del primer gran desafío para el retorno de muchos aficionados ausentes de la fiesta, unos por falta de garantías, otros por el aumento en el precio de las apuestas y la mayoría por no contar con alicientes que hicieran mas atractiva la fiesta hípica tal como se hace en los diferentes escenarios del mundo.  Se batieron los récords de asistencia la que se calculó, por los más entendidos, en aproximadamente 50,000 aficionados de todas las edades y el juego bordeó, en una sola reunión de carreras, los 450,000 dólares.


Fotografía: Julio Villanueva Bazalar

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